Bellelli: Centro de Atención Integral

Desde el 2014, Bellelli tiene el reconocimiento del Ministerio de Salud como Centro de Atención Integral. Bajo esta modalidad de asistencia y cuido, estamos ofreciendo el servicio a familias con niños entre los 10 meses hasta los 12 años en nuestra sede en Santa Ana y desde los 10 meses hasta los 6 años en la sede en Escazú. 

Por el bienestar y salud de todas las personas que asisten y sus familias, les comunicamos que estamos siguiendo todos los lineamientos del Ministerio de Salud e incluso agregamos unos propios para tener aún mayor seguridad para todos. ¡Es nuestra responsabilidad cuidarnos unos a otros!

A continuación les compartimos algunos de los procesos y prácticas que estamos implementando:

A la llegada al centro, se le toma la temperatura a niños y adultos en el carro.

A la llegada al centro, se le toma la temperatura a niños y adultos en el carro.

Se desinfectan los zapatos y las pertenencias que traen los niños.

Se desinfectan los zapatos y las pertenencias que traen los niños.

Luego se lavan las manos siguiendo los protocolos establecidos.

Luego se lavan las manos siguiendo los protocolos establecidos.

Los niños tienen pausas (en pequeño grupo) para tomar agua en distintos momentos del día, cada uno con su vaso con nombre. Se eliminaron las botellas que traían de casa.

Cuando entran del jardín, se hace el protocolo de lavado de manos. Se habilitaron espacios internos extras para que el juego y la exploración ocurran en pequeños grupos y con suficiente distanciamiento.

Se aumentó el ratio adulto:niño, esto para garantizar que siempre haya una persona supervisando el lavado de manos y las reglas de higiene recomendadas.

Durante la primera parte de la mañana, los niños disfrutan jugando en nuestros jardines de más de 5,000 metros cuadrados. Tenemos la oportunidad de disfrutar de la naturaleza de forma segura y con libertad. . Cada grupo de niños se ubica en una part…

Durante la primera parte de la mañana, los niños disfrutan jugando en nuestros jardines de más de 5,000 metros cuadrados. Tenemos la oportunidad de disfrutar de la naturaleza de forma segura y con libertad. . Cada grupo de niños se ubica en una parte del jardín, para no tener contacto.

El momento que hacemos la asamblea o saludo de la mañana, cada niño se siente en una silla manteniendo la distancia recomendada.

Al momento de la comida, los platos se les dan servidos y con nombre. Cada grupo tiene su espacio de comida, por lo que no comparten comedor. 

¿Les gustaría conocer más de nuestro programa presencial?

A mis mentoras

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Yo nací en una familia de militares, nuestros juegos eran entre tanques de guerra, aviones y polígonos. Vengo de una familia en la que las mujeres tenían que ser fuertes a la fuerza; siempre había un golpe de estado al que temerle, una despedida de ese esposo o papá hacia una zona de conflicto o- en el mejor de los casos- una mudanza inmediata para la que prepararse.

Soy sumamente agradecida porque esa infancia (que no fue nada tradicional pero sí muy felíz) me preparó para ser inmigrante y para ser emprendedora. Esa infancia me dejó modelos masculinos positivos y el mejor ejemplo de  mujeres que simplemente no se rendían, mujeres que inspiraban más respeto que sus maridos en uniformes llenos de condecoraciones. 

Pasan los años y llego a Estados Unidos, comienzo a trabajar desde los 17 años en escuelas lideradas por mujeres inmigrantes como yo, solo que ellas ya me llevaban años de experiencia, madurez, ética de trabajo y mucha fuerza. Parece que mi vida está destinada al encuentro con mujerones, que se han convertido en mis mentoras y que me han dejado algunos aprendizajes: 

  1. Hay que ser organizada: cumplir con lo que uno se compromete, manejar un calendario de forma efectiva y respetar el tiempo de los demás yendo al grano.

  2. Hay que ser agradecida: con las personas que abrieron puertas pero también con las que las cerraron, porque los mejores aprendizajes vienen de los momentos difíciles, de los errores y de las personas que cuestionan todo lo que uno hace. 

  3. Hay que tomar riesgos: sentir miedo pero no dejar que eso nos frene. La valentía con la que vi cómo tomaban posiciones que jamás habían existido, cómo se ideaban programas y los ejecutaban, cómo probaban ideas; de mis mentoras aprendí la importancia del fracaso y la humildad de aceptar cuando algo no sale bien.

  4. Nada de tenerse lástima: no es ser la mártir por ser mujer, por ser inmigrante, por no tener el título, etc. Es luchar, aguantar la retroalimentación dura y sin filtro, meter la pata (pero sacarla rápido),  reírse de uno mismo, trabajar más, aprender más, sacrificar más… porque la lástima no deja nada. 

  5. Buscar el puesto en la mesa en la que se toman las decisiones: a veces el puesto está y lo tiene quien no lo debe; de ellas aprendí a no temer pedir ese puesto, a demostrar que yo lo merecía. De mis mentoras también aprendí que hay mesas que no son tan importantes, que a veces es mejor construir la propia pero sin destruir la de los demás. 

  6. Sí se puede tener todo: los amigos, la familia, la fiesta, el trabajo, los estudios, se puede todo. A veces uno es mejor profesional que mamá, a veces es mejor esposa que estudiante pero con disciplina se puede tener todo y más.

  7. Hay que trabajar duro, muy, muy, muy duro: y no es cumplir el horario, no es hacer lo que se espera en la descripción de puesto; es verdaderamente darlo todo. Ninguna mujer que haya cambiado el curso de la historia lo hacía en horario de oficina. El éxito solo viene acompañado de horas de sacrificio que es invisible ante los ojos de los demás. 

Hoy soy inmigrante, emprendedora, esposa, madre, amiga, hija… tengo muchos títulos pero todos inspirados por ellas, mujeres que me mandaron por el camino difícil, que me expusieron a ideas innovadoras, que me retaron, mujeres que me dieron la fuerza para seguir y a quienes hoy tengo la suerte de llamar amigas y de agradecerles infinitamente.

¿Quiénes son sus mentoras? ¿Qué aprendieron de ellas?

Escrito por: Karla Staton, directora pedagógica Bellelli

Lo que espero recuerden mis hijas de esta época

Hace unas semanas, mientras desayunábamos, le pregunté a mi hija Marina de (de 4 años y medio, como dice ella) sobre qué  pensaba acerca del Coronavirus y su respuesta fue: “Mamá, yo estoy harta del Coronavirus”. En el momento me morí de la risa, me pareció la respuesta más honesta y algo que yo hubiese podido decir, solo que ella fue la que se atrevió.

Son tiempos en los que todos hemos vivido un duelo, todos hemos perdido algo, desde esa ceremonia de graduación tan anhelada hasta la posibilidad de ir al super en paz. En mi caso, a veces entro en el temor de las cosas que se están perdiendo las chicas, me da pesar que Micaela (de año y medio) aún no conoce a su familia que no vive en Costa Rica, que están creciendo sin poder abrazar a las personas que amamos, o no poder dejarlas ir a jugar con los amigos del barrio porque no son parte de nuestra burbuja. 

Esto me puso a pensar en que si bien hay un montón de limitaciones, también hay otras cosas que espero puedan entender, como una lista de deseos sobre sus recuerdos de esta pandemia. Esto es lo que quisiera que mis hijas recuerden:

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  1. Quisiera que recuerden que papá y mamá fueron vulnerables: que tuvimos días difíciles, que lloramos, que nos preocupamos por nuestros trabajos, que sufrimos cuando sus abuelitos contrajeron el virus y no pudimos estar cerca de ellos. Quisiera que recuerden que no fue una época fácil para nosotros.

  2. Quisiera que recuerden que papá y mamá fueron valientes: que no nos rendimos cuando las cosas se pusieron difíciles, que nos reinventamos, que fuimos resilientes. Que lo dimos todo por salvar los proyectos que tanto amamos, por apoyar a las personas que queremos.

  3. Quisiera que recuerden que papá y mamá las amaron: aún cuando el trabajo nos alejó de ellas, cada decisión, cada sacrificio, cada esfuerzo fue con ellas en el centro de todo. Que los ratos que pasamos juntos en tiempos de pandemia han sido los más felices, que las escapadas de la ciudad en busca de naturaleza fue para que ellas tuvieran espacios en los que correr y cosas nuevas por las cuales maravillarse. Que intentamos cuidar su salud mental tanto como su salud física. 

  4. Quisiera que recuerden que ellas fueron invencibles: que se adaptaron a cada nueva regla, a cada limitación, que no pararon de jugar, de reír. Quisiera que recuerden que ellas lograron entender el distanciamiento social y que hay una lista de cosas que vamos a hacer cuando este virus pase… quisiera que recuerden lo fuertes que son. 

Y ustedes, ¿qué quisieran que recuerden sus hijos, sobrinos, nietos de esta época? 

Escrito por: Karla Staton, directora pedagógica



La disyuntiva: volver a la escuela o no

En estos días estuve viendo la conferencia de prensa de la Ministra de Educación de Costa Rica sobre el plan de un posible regreso paulatino a clases y, debo admitir, que más que la información que se dio, me quedé leyendo los comentarios de las personas… era una guerra de puntos de vistas, de realidades y de emociones. 

No he parado de pensar desde entonces en la difícil decisión que tenemos que tomar las personas a los que la pandemia también nos agarró siendo papás: ¿si abren las escuelas, los mando? Creo que a todas las generaciones de padres les ha tocado tomar decisiones complejas; a algunos les tocó vivir la crianza en guerra, a otros en dictadura, otros tuvieron que lidiar con la llegada del SIDA, de las drogas químicas, etc. Pero nunca, ninguna generación de padres tuvo que tomar las decisiones de qué hacer y cómo proteger a sus hijos como nos toca a nosotros, con el exceso de información que nos llega por minuto. Tener una postura firme en cuanto al regreso a clases o no, queda dependiendo de los 1000 artículos al día que uno recibe y los 1000 puntos de vista al respecto. 

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Tomando esta información, es posible identificar que hay un grupo de familias que definitivamente se oponen al regreso, a dejar de mantener las burbujas sociales. Estas familias consideran que el virus aún es muy desconocido y riesgoso y que tratar de garantizar la salud física es lo primordial. Por su parte, hay otro grupo de familias que considera que el regreso debe ocurrir, que la salud no es sólo física sino también mental y que como esto no tiene un final a corto ni mediano plazo, lo mejor es que los chicos hagan su vida, con nuevas reglas, pero que la hagan. 

Mi punto no es defender una posición ni la otra, sino más bien hacer tregua. Una tregua porque cada familia hace lo que considera es mejor para su núcleo; todos somos papás tomando decisiones difíciles en momentos inciertos, todos queremos lo mejor para nuestros hijos. Para algunos “lo mejor” luce de una forma y para otros de otra. Sin embargo, pienso en lo que tenemos en común: nuestros sueños, el deseo de ver a nuestros hijos felices, la necesidad de cuidarlos, las ganas de que esto se acabe. Lo último que necesitamos es irnos los unos contra los otros en un momento en el que las verdades absolutas no existen, en un momento en el que todos perdimos nuestro sentido de normalidad, en el que dejamos de ver a los que queremos, donde los abrazos de los abuelos son una añoranza, en el que la preocupación financiera de muchos es muy, muy real. 

Por otra parte, todos estos pensamientos dejan en evidencia lo privilegiados que somos por vivir en un país que ha manejado tan bien la crisis, por tener una casa como opción para quedarse y porque el regreso a la escuela sea tan siquiera una posibilidad. Y es por esto que sea cual sea que es la posición de su familia, es importante estar en paz con ella y que podamos discrepar, pero respetar a  quienes piensan diferentes a nosotros. 

Escrito por: Karla Staton, directora pedagógica