A mis mentoras

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Yo nací en una familia de militares, nuestros juegos eran entre tanques de guerra, aviones y polígonos. Vengo de una familia en la que las mujeres tenían que ser fuertes a la fuerza; siempre había un golpe de estado al que temerle, una despedida de ese esposo o papá hacia una zona de conflicto o- en el mejor de los casos- una mudanza inmediata para la que prepararse.

Soy sumamente agradecida porque esa infancia (que no fue nada tradicional pero sí muy felíz) me preparó para ser inmigrante y para ser emprendedora. Esa infancia me dejó modelos masculinos positivos y el mejor ejemplo de  mujeres que simplemente no se rendían, mujeres que inspiraban más respeto que sus maridos en uniformes llenos de condecoraciones. 

Pasan los años y llego a Estados Unidos, comienzo a trabajar desde los 17 años en escuelas lideradas por mujeres inmigrantes como yo, solo que ellas ya me llevaban años de experiencia, madurez, ética de trabajo y mucha fuerza. Parece que mi vida está destinada al encuentro con mujerones, que se han convertido en mis mentoras y que me han dejado algunos aprendizajes: 

  1. Hay que ser organizada: cumplir con lo que uno se compromete, manejar un calendario de forma efectiva y respetar el tiempo de los demás yendo al grano.

  2. Hay que ser agradecida: con las personas que abrieron puertas pero también con las que las cerraron, porque los mejores aprendizajes vienen de los momentos difíciles, de los errores y de las personas que cuestionan todo lo que uno hace. 

  3. Hay que tomar riesgos: sentir miedo pero no dejar que eso nos frene. La valentía con la que vi cómo tomaban posiciones que jamás habían existido, cómo se ideaban programas y los ejecutaban, cómo probaban ideas; de mis mentoras aprendí la importancia del fracaso y la humildad de aceptar cuando algo no sale bien.

  4. Nada de tenerse lástima: no es ser la mártir por ser mujer, por ser inmigrante, por no tener el título, etc. Es luchar, aguantar la retroalimentación dura y sin filtro, meter la pata (pero sacarla rápido),  reírse de uno mismo, trabajar más, aprender más, sacrificar más… porque la lástima no deja nada. 

  5. Buscar el puesto en la mesa en la que se toman las decisiones: a veces el puesto está y lo tiene quien no lo debe; de ellas aprendí a no temer pedir ese puesto, a demostrar que yo lo merecía. De mis mentoras también aprendí que hay mesas que no son tan importantes, que a veces es mejor construir la propia pero sin destruir la de los demás. 

  6. Sí se puede tener todo: los amigos, la familia, la fiesta, el trabajo, los estudios, se puede todo. A veces uno es mejor profesional que mamá, a veces es mejor esposa que estudiante pero con disciplina se puede tener todo y más.

  7. Hay que trabajar duro, muy, muy, muy duro: y no es cumplir el horario, no es hacer lo que se espera en la descripción de puesto; es verdaderamente darlo todo. Ninguna mujer que haya cambiado el curso de la historia lo hacía en horario de oficina. El éxito solo viene acompañado de horas de sacrificio que es invisible ante los ojos de los demás. 

Hoy soy inmigrante, emprendedora, esposa, madre, amiga, hija… tengo muchos títulos pero todos inspirados por ellas, mujeres que me mandaron por el camino difícil, que me expusieron a ideas innovadoras, que me retaron, mujeres que me dieron la fuerza para seguir y a quienes hoy tengo la suerte de llamar amigas y de agradecerles infinitamente.

¿Quiénes son sus mentoras? ¿Qué aprendieron de ellas?

Escrito por: Karla Staton, directora pedagógica Bellelli