Honrar el cuerpo de los niños

Honrar el cuerpo de los niños - Faro del Nido en Bellelli

Por: Valeria Rodriguez (Atelierista Sr.) y Sary Montero (Maestra Nido)

¿Alguna vez  han observado con detenimiento la riqueza de los movimientos de un niño, la complejidad de sus posturas y gestos? Desde su cuerpo, los niños manifiestan sus emociones, tejen relaciones y construyen sentido. Es tan poderoso que tan solo la piel cuenta con toda un red de nervios destinada a decirnos cuándo estamos en contacto con otro ser que nos brinda seguridad y cuidados.  (Claxton, 2015)

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Dar valor al cuerpo, escucharlo y respetarlo profundamente es uno de los faros fundamentales del Nido en Bellelli. Por eso, deseamos compartirles tres grandes momentos en los que como equipo trabajamos para honrar la corporalidad de los niños.

 Cotidianidad: El cambio de pañal, el vestirse o la hora de comer son espacios de alto valor pedagógico que usualmente pasan desapercibidos dentro de la apretada rutina de los adultos. Sin embargo, estos momentos le permiten al niño conocer el mundo a través de su cuerpo y desarrollarse integralmente. Además, son oportunidades para comprenderse como seres merecedores de respeto y cuidado consciente. Para nosotros, la rutina se transforma en ritual de la mano de un cuidador que entabla una relación empática de comunicación y reciprocidad con el niño. 

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Ateliers corporales: Semanalmente, los niños tienen la oportunidad de liderar y disfrutar de ateliers de movimiento libre. Son espacios de encuentro y de celebración de la corporalidad de niños y adultos. Ahí el cuerpo es materia, lenguaje e instrumento; es texto expresivo, emocional y creativo. Durante los últimos 3 años, hemos recopilado poderosa documentación de cómo estos talleres fortalecen los vínculos afectivos entre la comunidad.

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Tiempo en la naturaleza: Gracias a los amplios jardines de Bellelli, los niños tienen la oportunidad diaria de explorar sus posibilidades corporales en contacto con la naturaleza.  Las diferentes tipologías del terreno, la riqueza del suelo y lo imponente de los árboles son una enorme palestra para los niños. Ahí  desarrollan a su tiempo un amplio repertorio de movimientos gruesos y finos que les permite construir una sana imagen de sí mismos.

Muchos adultos nos hemos desconectado de nuestro cuerpo.  Probablemente por vivir apurados por las tareas diarias o sencillamente porque olvidamos ser niños y lo maravilloso que era movernos libres, sin límites o vergüenza. El cuerpo humano no es una cosa, es un acontecimiento; no es sustantivo, es verbo (Claxton, 2015). Por eso, los niños nos piden pausar y darles autonomía. Sobre todo, nos piden relaciones de respeto para desarrollarse a plenitud.

La escuela, el colegio y la universidad deberían parecerse más a la educación inicial

Grandes educadores, psicólogos, padres, madres de familia, defensores de la infancia, médicos, innovadores y revolucionarios han manifestado de distintas maneras lo importante que es la primera infancia. Lo más concreto de entender es que la educación inicial brinda los cimientos, las bases, los fundamentos para el resto de la vida, al igual que sucede con la estructura de una casa o de otro edificio. Esas bases tienen que ser muy sólidas, de muy alta calidad, muy entrelazadas, para que todo lo que esté arriba pueda colocarse con la estabilidad y seguridad necesarias. Si tenemos fuertes cimientos, que es cuando el 85% del desarrollo cerebral se da, tenemos una grandísima parte asegurada.

¿Qué está pasando actualmente en el mundo de la educación? Que debido a la competencia tan grande que existe, a los niños se les ha presionado a crecer más rápido de lo debido. Muchos adultos, sistemas  educativos o programas presionan para que los niños más antes, hagan más cosas. Este acelere deja sin duda grandes vacíos en el camino, cuando en realidad el tiempo lento del niño es necesario para afianzar aprendizajes y generar relaciones.

También sucede que ahora hay cada vez más información e investigaciones que sustentan el que ese no es el camino correcto, que deben hacerse muchos cambios en la educación. Hay una manera más sencilla de entender este dilema para actuar: preguntarse a sí mismos, ¿qué hacíamos nosotros en nuestra infancia antes de los 5 ó 6 años? JUGAR. Entonces, ¿qué deberían estar haciendo los niños hoy en día antes de los 5 ó 6 años? JUGAR también, simple y poderoso. Es la forma natural de aprender de los niños, por eso es un derecho universal. Mejor aún si es un juego con sus amigos y en la naturaleza.

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¿Por qué entonces la escuela, el colegio y la universidad debería parecerse más a la educación inicial? No hablamos del preescolar que infantiliza o academiza, claro, sino el que aprovecha al máximo la diversidad de capacidades de los niños, la que valora el aprender jugando y aprender haciendo. No el juego que inventa la maestra, sino el que nace de la creatividad de los niños, gracias a los ambientes ricos dentro y fuera de la escuela.

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Entonces, ¿por qué entonces la escuela, el colegio y la universidad debería parecerse más a la educación inicial? Porque en educación inicial no se aprende por materias, sino que se aprende todo interconectado, tiene significado y utilidad real lo que se aprende. Porque se valoran las relaciones humanas, la diversidad de edades y la expresión de emociones. Porque está más cercano a lo que se espera en la vida laboral que lo que se enseña en el colegio. Porque se viven los sentimientos plenamente, porque aprenden a respetarse unos a otros, porque el error es parte vital del proceso. Porque hay placer en el aprendizaje.


Les contamos todo esto, porque el cambio se empieza a sentir. En nuestro caso, las escuelas y universidades se nos acercan para aprender de nuestro trabajo. En realidad, los que nos enseñan son los niños: desde su asombro, su cuestionamiento, su expresividad, su interés por entender el mundo. Eso sí, importante que las personas o instituciones interesadas en hacer un cambio para parecerse más a la educación inicial, deben hacerlo de manera integral, no solo con lo más visible, o por ratitos, sino lo que en realidad es base: los cimientos. Para eso se requiere un cambio de mentalidad, incomodarse y cuestionarse profundamente sobre la imagen de infancia que tenemos y sus procesos de aprendizaje.

Vamos a profundizar en estas semanas en este tema desde la mirada de Mitchel Resnick (Lifelong Kindergarten), Francesco Tonucci (La Ciudad de los Niños) y Lillian Katz (Project Approach). Verán los puntos de conexión tan fuertes entre los tres y nos dará herramientas para compartir y generar una voz fuerte en defensa de la infancia.

Libertad y límites, ¿cómo dialogan con el amor y el respeto?

Hay tantos libros sobre disciplina y tantos libros sobre crianza que realmente es abrumador para un padre de familia o un educador elegir sobre cuáles son buenos y cuáles no. Este libro en especial tiene mensajes muy poderosos que se los vamos a compartir por aquí, elegimos solo 13 como una invitación a leer el libro completo:

  • Es preciso poner límites a los niños para que puedan crecer rodeados de cierta paz. Y cuando los padres se atreven a comportarse con ellos con claridad y respeto, obtienen un beneficio que favorece a todos aquellos que intervienen en una situación.

  • No nos sentimos delimitados por las paredes de nuestra casa, más bien al contrario, nos aportan un sentimiento de seguridad y de recogimiento. Y si realmente nos metemos en la piel de los niños y comprendemos sus necesidades, pronto descubriremos que para sentirse bien necesitan unas limitaciones muy claras. No obstante, las proporciones de esos límites cambian directamente en función de las transformaciones que vive todo organismo en período de crecimiento para que no se perciban como camisas de fuerza.

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  • No existe la menor duda de que un bebé, para sentirse bien, no necesita una extensión infinita, sino un espacio limitado y protegido. Y sólo cuando se da esta base puede comenzar a utilizar ese espacio para desarrollar su autonomía. Los límites son por tanto imprescindibles para que pueda llegarse a actuar con libertad.

  •  La libertad que debe experimentar un niño dentro de los límites necesarios para practicar la toma de decisiones, se refiere al cumplimiento de sus propias necesidades auténticas.

  • Nosotros los adultos deberíamos aprender a distinguir entre las necesidades sustitutivas y las auténticas de los niños, ya que en las necesidades sustitutivas no sólo está permitido, sino que en ciertas circunstancias es incluso nuestra obligación, poner límites.

  • Cuando falta el amor y la atención, el significado y el umbral de todas las demás necesidades cambian exactamente del mismo modo como nuestro estado y nuestro comportamiento se alteran profundamente cuando sufrimos carencias de elementos vitales tales como el aire, el agua, la alimentación y la temperatura adecuada.

  • El amor ilimitado, absoluto e incondicional es la base de la vida e influye en todos los procesos de desarrollo y de crecimiento.

  • La libertad y la autonomía no pueden desarrollarse cuando un niño no está seguro de nuestro amor. Un niño que se siente seguro de este amor básico y de esta aceptación, también puede aceptar que en algunas situaciones tenemos que poner límites a la atención.

  •    Para que un niño crezca realmente con la confianza de que es amado, nosotros, los adultos, deberíamos interesarnos también por la forma como nos percibe a nosotros y a nuestra atención, es decir, deberíamos intentar vernos a nosotros y a nuestro comportamiento a través de los ojos del niño.

  • Al poner límites con verdadera atención se generan situaciones especiales en las que los niños no experimentan rechazo ni enfado, sino amor

  • Muchas veces les hablamos a los niños, sin haber establecido contacto con ellos a nivel no verbal. Sobre todo los niños utilizan todavía sus sentidos para establecer contacto con el mundo exterior. Se orientan por nuestra postura, por nuestra mirada, por la expresión de nuestra cara, por nuestro olor, por los sonidos que producimos. Si no le damos tiempo suficiente para registrar todas estas percepciones, y sencillamente nos dedicamos a hablar con ellos, entonces acabaremos transgrediendo el respeto a su propia forma de percepción. ·     

  • El rol del adulto en el juego espontáneo debería ser: percibimos, pero no juzgamos; mostramos interés, pero no dirigimos ni organizamos; sentimos y pensamos con ellos, pero somos conscientes de que nos estamos aproximando sólo poco a poco a una comprensión de este fenómeno que es el “juego”. ·     

  •   Cuando los niños juegan están totalmente ahí, son sus propios dueños y los investigadores de nuevas posibilidades, pero no dependen ni de nuestras ideas ni de nuestras conclusiones. Así es como nos convertimos, de la forma más imprevisible, en testigos de cómo se organizan en el tiempo y en el espacio, de cómo combinan y relacionan entre sí cosas naturales y cosas hechas por personas, desechos, materiales estructurados y desestructurados, y en su actividad espontánea hacen de cada día una fiesta. Cuando los niños juegan, se están haciendo a sí mismos.

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Sólo cuando tengamos claro que el juego y el trabajo realmente representan una misma actividad para el organismo joven, comprenderemos a fondo estas actividades y, en consecuencia, podremos modificar nuestro comportamiento en relación con el niño activo.

Referencia: Wild, Rebeca. Libertad y límites, amor y respeto