Hay tantos libros sobre disciplina y tantos libros sobre crianza que realmente es abrumador para un padre de familia o un educador elegir sobre cuáles son buenos y cuáles no. Este libro en especial tiene mensajes muy poderosos que se los vamos a compartir por aquí, elegimos solo 13 como una invitación a leer el libro completo:
Es preciso poner límites a los niños para que puedan crecer rodeados de cierta paz. Y cuando los padres se atreven a comportarse con ellos con claridad y respeto, obtienen un beneficio que favorece a todos aquellos que intervienen en una situación.
No nos sentimos delimitados por las paredes de nuestra casa, más bien al contrario, nos aportan un sentimiento de seguridad y de recogimiento. Y si realmente nos metemos en la piel de los niños y comprendemos sus necesidades, pronto descubriremos que para sentirse bien necesitan unas limitaciones muy claras. No obstante, las proporciones de esos límites cambian directamente en función de las transformaciones que vive todo organismo en período de crecimiento para que no se perciban como camisas de fuerza.
No existe la menor duda de que un bebé, para sentirse bien, no necesita una extensión infinita, sino un espacio limitado y protegido. Y sólo cuando se da esta base puede comenzar a utilizar ese espacio para desarrollar su autonomía. Los límites son por tanto imprescindibles para que pueda llegarse a actuar con libertad.
La libertad que debe experimentar un niño dentro de los límites necesarios para practicar la toma de decisiones, se refiere al cumplimiento de sus propias necesidades auténticas.
Nosotros los adultos deberíamos aprender a distinguir entre las necesidades sustitutivas y las auténticas de los niños, ya que en las necesidades sustitutivas no sólo está permitido, sino que en ciertas circunstancias es incluso nuestra obligación, poner límites.
Cuando falta el amor y la atención, el significado y el umbral de todas las demás necesidades cambian exactamente del mismo modo como nuestro estado y nuestro comportamiento se alteran profundamente cuando sufrimos carencias de elementos vitales tales como el aire, el agua, la alimentación y la temperatura adecuada.
El amor ilimitado, absoluto e incondicional es la base de la vida e influye en todos los procesos de desarrollo y de crecimiento.
La libertad y la autonomía no pueden desarrollarse cuando un niño no está seguro de nuestro amor. Un niño que se siente seguro de este amor básico y de esta aceptación, también puede aceptar que en algunas situaciones tenemos que poner límites a la atención.
Para que un niño crezca realmente con la confianza de que es amado, nosotros, los adultos, deberíamos interesarnos también por la forma como nos percibe a nosotros y a nuestra atención, es decir, deberíamos intentar vernos a nosotros y a nuestro comportamiento a través de los ojos del niño.
Al poner límites con verdadera atención se generan situaciones especiales en las que los niños no experimentan rechazo ni enfado, sino amor
Muchas veces les hablamos a los niños, sin haber establecido contacto con ellos a nivel no verbal. Sobre todo los niños utilizan todavía sus sentidos para establecer contacto con el mundo exterior. Se orientan por nuestra postura, por nuestra mirada, por la expresión de nuestra cara, por nuestro olor, por los sonidos que producimos. Si no le damos tiempo suficiente para registrar todas estas percepciones, y sencillamente nos dedicamos a hablar con ellos, entonces acabaremos transgrediendo el respeto a su propia forma de percepción. ·
El rol del adulto en el juego espontáneo debería ser: percibimos, pero no juzgamos; mostramos interés, pero no dirigimos ni organizamos; sentimos y pensamos con ellos, pero somos conscientes de que nos estamos aproximando sólo poco a poco a una comprensión de este fenómeno que es el “juego”. ·
Cuando los niños juegan están totalmente ahí, son sus propios dueños y los investigadores de nuevas posibilidades, pero no dependen ni de nuestras ideas ni de nuestras conclusiones. Así es como nos convertimos, de la forma más imprevisible, en testigos de cómo se organizan en el tiempo y en el espacio, de cómo combinan y relacionan entre sí cosas naturales y cosas hechas por personas, desechos, materiales estructurados y desestructurados, y en su actividad espontánea hacen de cada día una fiesta. Cuando los niños juegan, se están haciendo a sí mismos.
Sólo cuando tengamos claro que el juego y el trabajo realmente representan una misma actividad para el organismo joven, comprenderemos a fondo estas actividades y, en consecuencia, podremos modificar nuestro comportamiento en relación con el niño activo.
Referencia: Wild, Rebeca. Libertad y límites, amor y respeto