¿estimulación temprana o respeto a los tiempos de los niños?

Los padres de familia siempre buscan lo mejor para sus hijos, desde el momento en que nacen e incluso antes. Una vez que los niños pasan los primeros meses de vida en casa, se entra en el gran dilema de la crianza  y la educación con preguntas como: ¿cuándo deben empezar en el Kinder?, ¿qué debemos hacer para estimularlo?, ¿debe socializar?, ¿cuánto tiempo debería estar con él o ella y qué debería hacer?, ¿cuáles cursos son los más recomendados?, ¿qué pasa si lo llevo o no a masaje infantil o a estimulación temprana?, ¿está mi hijo atrasado en su desarrollo?, ¿por qué el hijo de mi amiga ya balbucea y el mío no?

Son infinitas las preguntas que pasan por la mente de los padres, hay además una fuerte necesidad de inmediatez y de tener respuestas para todos, del manual perfecto de crianza y de tomar las decisiones correctas. Poder hacer una pausa y escuchar esa voz interior es difícil cuando diariamente estamos bombardeados de mensajes que intentan más bien acelerar y presionar a  niños y adultos como si fuera una carrera. Interesante con este tema hacer referencia al libro Elogio a la Educación Lenta de Joan Domènech Francesch, con mensajes poderosos como este:

Más antes y más rápido no son sinónimos de mejor
— Honoré, 2005

El libro hace una analogía de la educación con el movimiento slow food en antítesis al fast food. Es una invitación a aprender a respetar los ritmos naturales de la infancia y  las relaciones de los niños con otros niños y con los adultos de una manera orgánica, a vivir procesos, más que esperar productos.

Devolver el ritmo adecuado a los aprendizajes es una necesidad para garantizar una educación que realmente responda a las necesidades que la sociedad nos plantea.
— Joan Domènech Francesch

La estimulación temprana debería escuchar más los tiempos naturales de los niños porque ya ellos nacen con todo el potencial para aprender, para socializar, para vivir. Esta idea de enseñar lo antes posible a los niños ha sido una que se le vende a los padres para que consuman productos o paguen cursos, que a la vez fomenta una competencia no sana entre ellos y una presión al niño por cumplir objetivos a corta edad. Lo que el adulto debería hacer más bien es escuchar con intención la agenda del niño, su capacidad de asombro, su reloj interno y de aprender de su entorno. La belleza de la infancia y de los seres humanos es que todos somos únicos. En las clases de estimulación temprana, para el cumplimiento de los objetivos, se le acompaña en una serie de etapas y programados ya definidos, generalmente en un ambiente muy plástico, diseñado y programado por un adulto que dirige. Si respetamos la naturalidad de los niños nos damos cuenta que aprenden mucho más con el juego libre, el movimiento libre y los tiempos no estructurados.

Los niños nos exigen el derecho a ser esperados.
— Alfredo Hoyuelos (Pamplona)

¡Qué importante y qué valor tiene para un bebé darse la vuelta, sentarse, gatear, etc. por sí solo, en el momento justo y con la satisfacción de lo posible! Cuando dejamos que ellos lo hagan de manera autónoma, es cuando el niño más aprende de su cuerpo, de sus potencialidades y limitaciones, de su autoconfianza y de su coraje. Como se menciona en el documental El Comienzo de la Vida,  los niños con alto autoestima están dispuestos a arriesgarse para aprender cosas nuevas, ya que ellos pueden equivocarse. La autoestima les ayuda a hacer cosas nuevas, pero primero que todo deben sentirse amados y seguros en las relaciones con sus cuidadores primarios y entorno más cercano. Para esto no se necesita una clase, sino sólo cultivar los vínculos fuertes con los niños. 

Si como adultos tenemos clara la intención a largo plazo de la crianza y educación de los niños, le daríamos más valor a desarrollar la empatía, la tolerancia, el respeto, la resolución de problemas que a repetir los colores primarios, los números y las letras a un bebé. ¿Qué tiene más valor para la vida de un niño y qué es más complicado de aprender?

Los niños han de poder ser niños y disfrutar plenamente de todas y cada una de las etapas de su crecimiento.
— Joan Domènech Francesch