Afortunadamente, para esta pregunta no hay una respuesta rápida, y se debe a que hay varios elementos en diálogo cuando hablamos del Nido (servicio educativo para niños menores de 3 años). Por ejemplo, el derecho que tiene cada niño a ser visto y respetado, el derecho de cada familia a ser parte de una comunidad que celebra la diversidad.
También está el reto de entender y acompañar el desarrollo, abogando siempre por las posibilidades, y un maestro que sabe que su trabajo no es enseñar, sino sorprenderse, escuchar, observar, aprender y ofrecer experiencias significativas.
Pero si queremos empezar a responder esta pregunta, podemos empezar por el lugar donde se reúnen todos esos elementos: la cotidianidad.
Hay quienes nos dirían que la cotidianidad es la realidad por excelencia, es el aquí y el ahora, donde interactúo con otros y con el mundo. Para el bebé, ese aquí y ahora es todo lo que existe, y es el punto de partida en el desarrollo de su cuerpo, sus emociones, su pensamiento y las relaciones con otros.
Para que este desarrollo suceda de una manera natural, es importante que el adulto esté presente y atento a lo que el niño necesita. La satisfacción de las necesidades básicas (comida, sueño, comodidad), es lo que permite que el niño desarrolle un sentido de seguridad y confianza sobre el mundo.
A través de la relación que establece con sus cuidadores, el niño crea una imagen de sí mismo, de manera que las acciones que llevan a cabo los adultos en el cuidado y la interacción con el niño, son fundamentales para su desarrollo físico, emocional y cognitivo.
Además de un adulto respetuoso, el niño necesita contar con tiempo y libertad para explorar aquello que lo rodea. Desde su propio cuerpo, hasta las escaleras de la casa. ¿Cómo podemos acompañar al niño en el proceso? Bueno, el primer paso es confiar en que él sabe lo que necesita y cuenta con las herramientas para investigar el mundo al que pertenece.
Ahora bien, con el fin de ir un poco más allá en esto que llamamos “acompañar los procesos”, queremos proponer un orden, o algunos puntos de partida en el acercamiento a la cotidianidad del niño y el aprendizaje.
Rutinas de cuidado: Estas son el conjunto de acciones que llevamos a cabo con el fin de atender y satisfacer las necesidades del niño: dormir, comer y cambiar el pañal. Estas acciones están orientadas a establecer una relación respetuosa, que parte de conocer al niño y dar lugar a que participe y tome decisiones.
Si se trata de un bebé pequeño, anticipar lo que hacemos y poner en palabras lo que sucede, es una manera de involucrarlo, así como dar espacio para que él responda a nuestras acciones y nos informe acerca de qué desea o necesita.
Para esto es importante entender la manera como el bebé se comunica, identificar los gestos, los movimientos, los sonidos que usa el niño como respuesta a lo que experimenta.
Exploración y movimiento: El movimiento en un bebé de dos meses es muy diferente al de un niño de un año, y al de uno de año y medio. Sin embargo, es importante entender que el movimiento (como jugar con la mano, girar la cabeza, gatear, golpear, etc.) es una necesidad del niño, y una herramienta muy poderosa para aprender.
Como cualquier proceso, es mejor no forzarlo ni tratar de llevar al niño al logro de una determinada habilidad cuando no lo está haciendo de manera autónoma. En este caso el adulto es llamado a acompañar, estar atento a lo que llama la atención del niño y darle la seguridad necesaria para que continúe explorando.
Ambiente y materiales: Una dimensión muy importante del aprendizaje, es la interacción con los objetos y el espacio. Los objetos o materiales le permiten al niño explorar principios y fenómenos del mundo físico. También resolver problemas y satisfacer necesidades emocionales.
El espacio por su parte, puede ofrecer contención, libertad y seguridad. También puede entenderse como el escenario donde se desarrollan las relaciones, donde interactuamos con otros, es decir, el espacio también nos invita a la diversidad, que es esencial en la construcción de la identidad, la democracia y la ciudadanía.
Escrito por: Catalina Avellaneda, maestra Bellelli y antropóloga.