Y jugar mientras tanto. Reflexiones de un papá Bellelli sobre el Kinder

Jugar es fundamental para todos, pero seguramente más para un niño. He tenido la oportunidad de ver a mi hija jugar y jugar y jugar en su kinder y aprender a esperar su turno, a respetar a los otros niños, a subirse a un árbol, a observar el obsecado e intermitente camino de las hormigas, a sentarse a comer y levantar su plato, a comprender la importancia de las ceremonias, a escuchar con atención y maravillarse con un cuento, a tomar correctamente un crayón, a ponerse las botas para ir a jugar. Y parece que no precisó ni hacer una fila, ni meterse las faldas, ni ponerse un uniforme ni ir bien peinada. Me parece que todo eso lo aprendió gracias a que pudo jugar, relacionarse con otros niños y niñas, saborear la alegría de vivir sin explotar nada más que su propia niñez y sin que un adulto pretendiese que es un soldadito o una ejecutiva en potencia o cualquier otra de esas cosas que un día escogemos o escogen las circunstancias y las limitaciones por nosotros.

 La gran pregunta, que yo me he  terminado de responder con mi hija, luego de haberlaplanteado con mi hijo mayor, más de 12 años antes, es si los niños deben comenzar a vivir una mini recreación de la realidad de los adultos cuando son niños y comienzan su vida escolar: horarios, uniformes,  rutinas, deberes y estructuras. O si les toca simplemente hacer lo que realmente les gusta a los niños: jugar y en tal proceso, aprender de los demás, sobre su entorno y respecto de ellos mismos.

 

 Lo que he visto, por mi experiencia con mis hijos, es que tienen una capacidad impresionante para aprender y que al igual que nosotros cuando estamos entre un grupo de gente con la que tenemos afinidad, los niños son muy felices cuando están con otros niños, porque su momento vital es afín en magia, en capacidad de sorpresa, en emoción y en alegría.

Entonces, lo primero, aligerar el momento de entrada a ese universo lleno de pequeños que es el kinder. No se entiende porque deba posponerse para cuando estén más grandes. Para ellos, no  hay nada mejor:  es como que a un futbolero, le lleven todos los días a ver la final de la champions. Lo segundo, alargar al máximo, el tiempo de juego, no solo durante el día sino durante sus primeros años.

Estar sentado en algo que se parece a un cubículo, siempre a la misma hora, con una persona grande y aburrida que nos quiera decir cómo hacer de la A a la Z, y siempre con la misma corbata (¿ todas son como iguales no? ) es algo a lo que habría que procurarleuna entrada tardía en nuestras vidas. Y jugar mientras tanto.   

Francisco Villalobos [papá de Fer]