Los bebés y sus villas

Por Karla Staton, directora Bellelli Escazú y mamá de Marina

Nada nos puede preparar para la maternidad, ni 13 años de experiencia como maestra, ni títulos en desarrollo infantil, ni todos los libros del mundo. Cuando nació mi hija recuerdo sentir miedo, mucho miedo; miedo a que se me cayera, a que no me bajara la leche, a no poder ayudarla cuando lloraba. Estaba a cargo de un humano y jamás me había sentido tan incapaz de algo como de eso.

Tanto miedo tenía que hasta se me olvidó todo lo que había predicado por casi de la mitad de mi vida: lo capaces que son los niños de alcanzar todas y cada una de sus metas en su propio tiempo, con sus ritmos y sin necesidad de intervención o estimulación temprana. Sin embargo, aún recuerdo en una cita con el pediatra cuando me preguntó si ya la había puesto de tummy time (boca abajo) y entre en pánico y comencé a cuestionarme si lo debería hacer y las consecuencias que podía generar el que no lo hiciera. No seguí mi instinto y puse a mi hija de 1 mes boca abajo y quizás fue su llanto desesperado o la sombra de algún libro que había leído lo que me hizo recordar que ella era capaz y que estas poses obligadas no son necesarias, que ese cuerpo perfecto solito iba a lograr llegar a esa posición (9 meses después y casi al mismo tiempo que aprendía a gatear).

En ese momento prometí no apurarla, no hacer caso a las presiones que venían de todos lados y dejarla ser una bebé y dejarme ser una mamá.  Me acordé del proverbio "es necesaria una villa  para criar un hijo" y yo estaba desesperada por encontrar la mía. Cuando mi bebé tenía dos meses nos inscribimos a unas clases de masaje para mamás con bebés recién nacidos; recuerdo haber entrado allí y sentirme en casa. Ese era un espacio sagrado, un espacio donde no habían celulares, nadie juzgaba, los bebés se quedaban dormidos, las mamás amamantaban; era un espacio de paz y acompañamiento. Con el tiempo me di cuenta que ese lugar, esa clase de masaje, era mi villa, la que me daba la oportunidad de estar rodeada de personas que estaban viviendo mi misma realidad, me hacía parte de un grupo de mujeres con los mismos miedos, con la misma falta de sueño y con el corazón expandiéndose de amor cada día por esa personita a la que embadurnábamos de aceite.

Creo que estos lugares si algo ofrecen es acompañamiento a las mamás o papás que van. La pregunta que me surge es ¿cómo asegurarse que estos espacios sean lugares de encuentro y guía y no de apuro?, ¿cómo asegurarse que el derecho que tenemos todos los padres de ser parte de un grupo no supere el derecho que tienen los bebés de lograr todo a su tiempo y en su ritmo?

Estos son los 3 puntos a tomar en cuenta según mi experiencia:

  1. La agenda la define el bebé: si se duerme, si está lloroso por cólicos, si pasó mala noche, todo esto influye en el momento de encuentro. No hay que meterlos en ningún balde con pasta o arroz ni acostarlos sobre ninguna superficie si el bebé lo que necesita es estar en los brazos de su mamá o papá o moverse libremente. Este tiempo es de ellos y empujarlos a hacer algo que no quieren no implica ningún logro.

  2. Se valora la presencia y no la competencia: vivimos en la época de las redes sociales, los primeros eventos quedan grabados en la posteridad de un muro virtual y la presión por lo que hace el otro es evidente. Si algo debe ofrecer este espacio de encuentro, es la oportunidad de valorar la interacción, el estar juntos, el aprender juntos y no la competencia de quien tocó los fideos primero.

  3. La belleza y la simplicidad del espacio: buena luz, buena ventilación, colores neutros, paz. Estos espacios de encuentros no deben estimular y menos sobre estimular; son espacios bellos y sencillos, que dan valor a lo natural y a la perfección de quienes lo habitan sin necesidad de decorar ni de infantilizar.

Al final del día la mayoría de los papás solo queremos lo que es mejor para nuestros hijos, su bienestar y su felicidad y para esto es necesario que nosotros estemos bien. Si algo he aprendido en este año y medio desde que me estrené como mamá es que no hay una sola respuesta para todo, no hay un solo método que sirva; como familia debemos encontrar lo que más se ajuste a nuestras necesidades y valores, encontrar espacios que respeten a nuestros hijos y a nosotros como padres. En este proceso debemos ser nobles con nosotros mismos por las inevitables metidas de patas y agradecidos con esas personas que se convierten en nuestras villas.