Qué imagen se le viene a la mente cuando piensa en la palabra disciplina? Muchos adultos se imaginarán niños sentados en silencio total, un adulto imponiendo reglas, o inclusive castigos. Tradicionalmente la disciplina ha sido sinónimo de negatividad y autoridad, no de productividad y es por ello que nos preguntamos en qué momento esta palabra se convirtió en una de las bases fundamentales de la educación tradicional.
A la hora de hablar de disciplina- lo que tradicionalmente se asume- es que tendremos niños capaces de seguir órdenes, el problema con esto es que no hay disciplina sin una persona que la imponga. Es por ello que tantas veces como alumnos fuimos parte de la algarabía cada vez que el maestro se iba del salón, ese momento en el que ya no había nadie de autoridad viendo y las reglas se podían romper. Esta es la misma disciplina bajo la que se creó el sistema de educación tradicional, en el cual un adulto se encarga de asegurarse que las reglas sean cumplidas y todo aquel que las rompa tendrá una consecuencia, pero bajo la premisa de que si nadie ve dichas reglas siendo rotas, entonces nada pasa. Sin embargo, a través de la vida somos expuestos a cientos de situaciones que requieren un control inmediato de nuestras acciones y nuestro cuerpo, por lo que necesitamos ser capaces de autorregularnos.
La autorregulación se define como la capacidad que tiene una persona de ‘ejercer control sobre sus propias respuestas para perseguir metas y vivir de acuerdo con normas’ (Bodrova, 2006). De acuerdo a esta definición, una persona que se autorregula no necesita que lo estén viendo para saber discernir entre el bien y el mal, lo que se puede hacer y lo que no se debe hacer. La Asociación Americana para la Educación de la Primera Infancia (NAEYC, por sus siglas en inglés) dice que la autorregulación es la habilidad más importante que deben desarrollar los niños para poder triunfar en la escuela; después de todo, de nada sirve saberse todas las letras y los números, si no se puede manejar la frustración de tener que sentarse por una hora en clase.
La autorregulación es una habilidad que se practica, que se aprende en la primera infancia, cuando el cerebro está maleable, y que permanece en el niño para toda la vida. En Bellelli, por ejemplo, el salón de los niños de 2 a 3 años no tiene puertas, con la intención de que aprendan a regular su cuerpo al hecho de que sólo se puede salir durante momentos pre-determinados con las maestras. Sería mucho más fácil ponerles una puerta, pero eso les quita la oportunidad de aprender a regular ansias, deseos, de encontrarse con la frustración y de, eventualmente, autorregular su cuerpo.
Necesitamos pensar en las habilidades que necesitamos desarrollar en los niños como ciudadanos del presente y en los parámetros que la sociedad va a esperar de ellos. Para esto necesitamos exponerlos a situaciones donde tengan la oportunidad de practicar los límites implícitos dentro de la comunidad a la que pertenecen y a descubrir los límites con los que se van a encontrar. Necesitamos inculcar el valor del respeto por los otros, no al miedo de una consecuencia. Por ello, creemos vehementemente en el gran valor de practicar la autorregulación.
Pensemos en los adultos en los que se volverán estos niños, pensemos en esos ciudadanos que simplemente no ensucian la calle porque saben que no es correcto, o en las personas que se paran en la luz roja, no por miedo a una sanción sino porque intrínsecamente entienden la importancia de las reglas sociales para el orden de la comunidad. Démosle a los niños el regalo de la oportunidad y el tiempo para descubrirse ellos mismos.
Lecturas recomendadas: Conscious Discipline o 'Libertad y límites - amor y respeto' de Rebeca Wild.