"Nos adherimos a las nuevas hipótesis de la neurociencia, a aquellas en las que el cerebro humano es sumamente plástico y en las que la información genética no es suficiente para enlazar los millones de neuronas que lo constituyen. Aquellas en las que las conexiones entre las diversas neuronas sí se establecen bajo la influencia de la información y de los estímulos que provienen de la interacción con el mundo externo, consiguen que cada cerebro humano sea único e irrepetible. La mente humana es indeterminada: sus mapas son variables, están en continua e imprevisible interacción con los otros mapas neuronales y con el ambiente. El conocimiento no es una suma lineal determinada (ni determinista), sino una continua manifestación emotiva y cognoscitiva, un magma en ebullición que se estructura a través de mallas interrelacionadas y sinergéticas. Su desarrollo no tiene un sentido lineal (progresivo, ascendente, previsible) sino que procede por redes, con avances, estancamientos, retrocesos, en direcciones múltiples y simultáneas. Por tanto, el conocimiento tiene una estrategia para articular, verificar y corregir la representación de las situaciones, los seres, las cosas, un verdadero y propio “arte estratégico” de tipo constructivo que podemos definir como inteligencia.
Si se comparte lo dicho arriba, se desprende que el aprendizaje del niño no se puede definir como reproducción, ni tampoco como comprensión, sino más bien como construcción." Carla RInaldi
Tomado de: Rinaldi, C. En Diálogo con Reggio Emilia.