Hay temas urgentes y temas importantes en nuestro país, sin embargo, la educación infantil de calidad para todos es importante y urgente a la vez. En el ‘Foro Centroamérica: por un desarrollo económico sostenible’, éste fue uno de los ejes centrales de la conversación: visibilizar la primera infancia y la necesidad de invertir en ella para el desarrollo del país. Desde la mirada de una docente investigadora, apasionada por la educación infantil y muy respetuosa de los niños, voy a plantear tres puntos que considero relevantes de considerar al hablar de inversión en primera infancia:
Primero que todo, invertir en primera infancia, es principalmente invertir en ciudadanos, no solo los niños y las niñas, sino también docentes y familias. El bienestar integral de estos tres protagonistas es esencial, se debe dar en interdependencia y debe ser el centro de cualquier proyecto educativo. Como mencionó Milena Grillo de Paniamor durante el foro, si hablamos de primera infancia, también debemos hablar de empoderar a las familias. Así mismo, debemos invertir en la formación continua de los docentes, basada en el aprender a aprender, la investigación, la innovación y la vivencia de los valores humanos.
Dos, existe la necesidad de replantear conceptos básicos pero esenciales en las próximas conversaciones y acciones sobre infancia, empezando por la imagen de niño y niña. Estas nuevas definiciones van a influir en el tipo de servicios integrales que se brinden, siempre como responsabilidad colectiva del gobierno, la empresa y la sociedad civil. Los niños son ciudadanos competentes, sociales, investigadores, con derecho a ser protagonistas, a jugar y con curiosidad innata. Por esta razón, los modelos asistencialistas no son coherentes con la realidad de los niños, sino que la educación debería ser retadora, activa y significativa. Por tanto, los docentes pasan de ser transmisores de conocimiento a personas: curiosas, aprendices, críticas y que acompañan a los niños en la co-construcción de significados. Al modificar estos conceptos, la escuela de la infancia también debe concebirse de forma distinta, empezando por no llamarse ni ser guardería. Me gusta hablar de una escuela de la infancia donde se crea ciudadanía y cultura, donde conviven niños y adultos de forma democrática. Además, como dice L. Malaguzzi, un lugar para todos, no basada en la idea de que todos los niños son iguales, sino que todos son diferentes. Esta nueva concepción implica un reto, pero sí es posible con docentes y familias comprometidas y dispuestas a aprender junto con los niños.
Tercero, invertir en primera infancia y tomando en cuenta lo importante que son los primeros seis años de una persona, como fundamento para el resto de la vida, como lo mencionó el Presidente Obama, creo que también hay que pensar cómo lograr continuidad en la escuela primaria y que los niños tengan algunos años más de su infancia siendo y viviendo como niños. Acciones concretas sería: seguir aprendiendo mediante el juego y por proyectos, con un currículo emergente, valorando los procesos, singularidades y respetando los tiempos de los niños. No podemos matarles la creatividad ni su capacidad de asombro, sino potenciar sus maravillosas características de niños.
Para concluir, los invito a estudiar sobre la filosofía educativa de Reggio Emilia, ya que como dice C. Rinaldi “nos induce a elegir entre sociedades orientadas hacia el individualismo y la competencia, y sociedades basadas en la construcción del individuo en relación a los demás, que busca y necesita de los demás.”
Carolina García